martes, 19 de octubre de 2021

Aterrizaje Caravana de la Muerte. Antofagasta, 18 de octubre de 1973

 


"Esto es el desprestigio más grande que puede tener el Ejército", dijo el General Joaquín Lagos al enterarse y ver lo sucedido.

La comitiva asesina aterrizaba su helicóptero en el Regimiento Esmeralda de Antofagasta el 18 de octubre de 1973 provenientes desde Copiapó, donde ya habían dejado a su paso una estela de muertes de personas inocentes. Allí, fueron recibidos por General Joaquín Lagos Osorio, jefe de la división Antofagasta del Ejército quien, como un acto de gentileza por haber sido tantos años vecinos, le ofreció su hogar como hospedaje, a él y a su ex segundo comandante en el Regimiento “coraceros”, el coronel Sergio Arredondo.


Arellano no dijo ni mostró a su anfitrión la carta donde el propio Pinochet lo nombraba “Delegado de la Junta de Gobierno” y sólo se limitó a contarle que venía encomendado con el objetivo de “unificar criterios sobre la Administración de justicia y agilizar los juicios pendientes” y, solicitaba a Lagos reunirse con los miembros de la guarnición militar para tratar el tema de “la debida conducta en un momento tan crítico para el país.” Profundizó en el punto relativo a la calidad del “enemigo que tenían al frente y el clima político que provocó la revolución”. Luego de ello, Lagos llevó a sus invitados Arredondo y Arellano a su domicilio a almorzar, mientras el resto de la Comisión lo hacía en el Hotel Antofagasta, no sin antes dejar expresas instrucciones de que todo estuviera dispuesto para que Arellano pudiera trabajar en su oficina de la Comandancia.


Mientras tanto, en la Intendencia, se aprestaban a recibir la inesperada visita de Pinochet, quien le avisaba que haría una escala en Antofagasta por unas horas, de su viaje a Iquique, junto a su mujer.
Así, cerca de las 18:30 ya en el hangar, Arellano y su comitiva estaban distantes del grupo de uniformados que recibía a Pinochet, lo cual causó extrañeza en algunos de los presentes.


Una vez que Pinochet e Hiriart pisaban suelo antofagastino, el comandante informaba que en la ciudad la situación era de completa calma y, luego de los saludos y vituperio de rigor, Pinochet avisaba personalmente al teniente coronel Sergio Arredondo la buena nueva de que había decidido nombrarlo director de la Escuela de Caballería, el premio mayor para un comandante equitador.


El dictador emprende su ruta hacia Iquique. Lagos y Arellano se retiran a su residencia en el vehículo del primero y Arredondo solicita permiso para quedarse con el vehículo de Arellano. Lagos supone que Arredondo visitaría y festejaría con su familia, por lo que accede al préstamo del Automóvil.


Horas más tarde, Arredondo se disculpaba telefónicamente con Lagos, por no asistir a la comida en casa de su anfitrión y Arellano se preguntaba a viva voz por el resto de la comitiva hospedad en el Hotel Antofagasta. Esa noche el auditor militar Marcos Herrera Aracena, fue a la cárcel de Antofagasta, a las 23:30, a entregar a los prisioneros que debían morir. Horas más tarde, a las 01:30 de la mañana, los 14 prisioneros eran acribillados con ráfagas de ametralladoras.


El 19 de octubre, muy temprano por la mañana, mientras los dos comandantes se alistaban para volver al Regimiento Esmeralda donde los esperaba el helicóptero con ruta hacia Calama, Herrera se presentaba ante ambos para “sacarle la firma” a Arellano, “por el trabajo efectuado el día anterior” explicaba el último.


Cuando el Helicóptero de la comitiva se elevó hacia el cielo con rumbo a Calama, Lagos volvía a su oficina de la Intendencia donde era recibido por un alarmado mayor Manuel Matta, encargado de Relaciones públicas, quién, con el rostro desencajado y luego de entender que Lagos no tenía conocimiento de lo sucedido en la noche anterior, comienza a relatar los hechos.
Lagos, escuchaba estupefacto y confundido a la vez, el relato de cómo se habían ocupado vehículos que estaban bajo su mando para el traslado de los presos hacia la Quebrada Way, cómo los habían asesinado, cómo habían trasladado los cuerpos hasta la morgue del Hospital Regional de Antofagasta, donde debido al poco espacio del recinto, estaban a vista de todo el mundo. Junto con ello, comenzó a recibir llamadas de su esposa quien le pedía explicaciones de por qué fuera de su hogar habían una veintena de mujeres llorando desconsoladas por la muerte de sus esposos, hijos y hermanos.


Aún sin saber de la potestad con que Arellano estaba investido, trató de denunciarlo a Pinochet, pero éste no se encontraba ubicable en su visita entre Iquique y Arica. Entonces ordenó que el capellán hablara con las familias de las víctimas, que los médicos de la MORGUE “armaran” los cuerpos como pudieran (como si se tratasen de algo que pudieran reparar), entregarlos en urnas cerradas a sus familiares y, que se presentaran de inmediato todos los comandantes de unidades de su jurisdicción.


Las víctimas de Antofagasta no pasaron a ser detenidos-desaparecidos. Sus cuerpos fueron entregados a las familias. Esta situación de excepción se explica por la reacción del general Joaquín Lagos, quien no sabía de la especial investidura de Oficial Delegado que detentaba el general Arellano, no recibió instrucciones para el entierro clandestino de los cadáveres y, por tanto, ordenó entregarlos a las familias. Ya sabemos que el general Lagos decidió, ese mismo 19 de octubre de 1973, renunciar al Ejército. Pero ese día seguía siendo tanto el comandante en jefe de la Primera División como el Intendente de Antofagasta y actuó como tal. Decidió, por ejemplo, que había que mentir para encubrir lo ocurrido delante de la ciudadanía. Tuvo que mentir, dijo, para conservar su “ascendiente sobre la ciudadanía”. Ordenó que se publicaran dos noticias, dando cuenta de sólo siete “ejecutados”.


En la primera, publicada por El Mercurio de Antofagasta, se informó de la ejecución de Mario Silva, Eugenio Ruiz-Tagle, Washington Muñoz y Miguel Manríquez, ejecuciones “ordenadas por la Junta Militar de Gobierno a fin de acelerar el proceso de depuración marxista y de centrar los esfuerzos en la recuperación nacional“. Titular de esa noticia: “Planeaban asesinatos en masa en Antofagasta”.

La segunda publicación, tres días después, también en El Mercurio de Antofagasta, se tituló “Ejecutados tres extremistas”. Y el texto daba cuenta del fusilamiento de Luis Alaniz, Danilo Moreno y Guillermo Cuello “por resolución de la Honorable Junta de Gobierno”. Razón de las ejecuciones: estar “comprometidos en activismo político y conspiración terrorista”. Nada se dijo públicamente acerca de las otras siete víctimas. Veamos quiénes eran:



• Luis Eduardo Alaniz Álvarez, 23 años, estudiante de Periodismo de la Universidad del Norte, militante del Partido Socialista. Se entregó voluntariamente a las autoridades militares en la ciudad de Arica al saber que era requerido por un bando militar en Antofagasta. Fue trasladado, a comienzos de octubre de 1973, a la cárcel de Antofagasta.



• Mario Arqueros Silva, 45 años, gobernador de Tocopilla, militante del Partido Comunista. Arrestado en su casa cuatro días después del golpe militar. Primero estuvo en la cárcel de Tocopilla y de ahí fue llevado a la de Antofagasta, cuatro días antes de su asesinato




• Dinator Ávila Rocco, 32 años, empleado de la estatal Sociedad Química y Minera de Chile (Soquimich), militante del Partido Socialista. Detenido a fines de septiembre en la localidad de María Elena, trasladado luego a la comisaría de Tocopilla y luego a la cárcel de Antofagasta.



• Guillermo Cuello Álvarez, 30 años, funcionario de la estatal Corporación de Fomento de la Producción (CORFO), militante del Partido Socialista. Se presentó voluntariamente, dos días después del golpe militar, en la comisaría de Antofagasta y de allí fue llevado a la cárcel. Dos prisioneros declararon ante el juez que vieron a Cuello ser bajado en andas al salir de la cárcel, ya que le habían fracturado la columna durante las torturas. El oficial que dirigió los tormentos era el mayor Patricio Ferrer (SIM). Los certificados de defunción que se entregaron fueron iguales para los catorce asesinados: Fecha: 19 de octubre de 1973 Hora: 01.30 horas Causa de muerte: Anemia aguda, lesiones debidas a proyectil.



• Marco Felipe De la Vega Rivera, 46 años, casado, tres hijos, ingeniero, alcalde de Tocopilla, militante del Partido Comunista. Detenido en su casa cuatro días después del golpe militar. Desde la cárcel de Tocopilla fue llevado a la de Antofagasta, cuatro días antes de su asesinato.



• Norton Flores Antivilo, 25 años, asistente social de la estatal Sociedad Química y Minera de Chile (Soquimich) en la localidad de María Elena, militante del Partido Socialista. Detenido en su casa el 1º de octubre de 1973, trasladado a Tocopilla y de ahí a la cárcel de Antofagasta.



• Darío Godoy Mansilla, 18 años, estudiante de enseñanza media, militante del Partido Socialista. Detenido en su casa, en Tocopilla, y luego trasladado a la cárcel de Antofagasta



• José García Berríos, 66 años, trabajador marítimo y dirigente sindical. Militante del Partido Comunista. Detenido en Tocopilla al día siguiente del golpe militar. De la comisaría de esa ciudad fue trasladado a la cárcel de Antofagasta.



• Miguel Manríquez Díaz, 24 años, casado, un hijo, profesor, empleado de la estatal empresa de cementos Inacesa, militante del Partido Socialista. Detenido en su casa dos semanas después del golpe militar, llevado primero al cuartel de Investigaciones y de ahí a la cárcel de la ciudad.



• Danilo Moreno Acevedo, 28 años, chofer de la estatal Corporación de Fomento de la Producción (CORFO), dirigente sindical, militante del Partido Socialista. Se presentó voluntariamente, el 8 de octubre de 1973, al ser llamado por un bando militar. Estuvo una semana incomunicado en el cuartel de Investigaciones y de ahí fue llevado a la cárcel de Antofagasta.




• Washington Muñoz Donoso, 35 años, interventor estatal de la Compañía de Cervecerías Unidas (CCU). Detenido en su casa y recluido en la cárcel de la ciudad.



• Eugenio Ruiz-Tagle Orrego, 26 años, casado, una hija, ingeniero, gerente de la estatal industria Inacesa, militante del MAPU. Se presentó voluntariamente en la Intendencia de Antofagasta, al día siguiente del golpe militar, al ser requerido por bando militar. Por once días estuvo detenido en la Base Aérea de Cerro Moreno, donde fue torturado, y de ahí lo trasladaron a la cárcel de la ciudad.




• Mario Silva Iriarte, 38 años, casado, cinco hijos, abogado, gerente de la estatal Corporación de Fomento de la Producción (Corfo—Norte), ex concejal de Chañaral, secretario regional del Partido Socialista. Viajó especialmente desde Santiago para presentarse ante las nuevas autoridades de Antofagasta, al día siguiente del golpe militar. Su voluntaria presentación se efectuó en la Intendencia de la ciudad. Y luego, desde la Base Aérea de Cerro Moreno, fue llevado a la cárcel. Varios testimonios de ex prisioneros coinciden en señalar que, por ser muy jóvenes, buscaron su consejo. El estaba muy tranquilo, dicen, convencido de que se haría justicia y que —a lo más—serían relegados por pocos meses a un lugar alejado..





• Alexis Valenzuela Flores, 29 años, empleado de la Sociedad Química y Minera de Chile (Soquimich), presidente del sindicato, dirigente de la Central Única de Trabajadores (CUT) de la zona, regidor de Tocopilla, militante del Partido Comunista. Fue detenido una semana después del golpe militar, en su casa de Tocopilla. De la cárcel de esa ciudad fue llevado a la de Antofagasta el 15 de octubre, cuatro días antes de su asesinato. Durante toda su detención estuvo incomunicado.

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En el caso de Antofagasta, el ministro Guzmán recibió el testimonio del ex prisionero Víctor Moreno Olmos, quien le contó que esa noche del 18 de octubre de 1973 fue sacado a la Sala de Guardia de la cárcel: “Vi un montón de personas paradas frente a la pared, encapuchados, amarrados con las manos atadas atrás y un gran número de militares en traje de campaña”. Lo amarraron, lo vendaron y lo pusieron junto a los otros. Ordenaron a los presos gritar sus nombres para chequear con una lista. —¡Moreno, Víctor! —dijo él cuando le indicaron con un golpe que era su turno.

En la entrega de los cadáveres, cada familia guarda un doloroso recuerdo en su memoria. La esposa de Mario Silva Iriarte, Graciela Álvarez, relató: “El general Lagos autorizó que lo enterráramos en Vallenar. El ataúd venía sellado, no pudimos ver su cuerpo. En una camioneta y un furgón, que nos prestaron en la Corfo, fuimos directamente al cementerio. No nos autorizaron a hacer un funeral ni a ponerle una lápida en su tumba. Y pensar que se entregó voluntariamente, porque él creía en el profesionalismo de los militares y jamás los imaginó capaces de masacrar“.

También en un sellado ataúd fue entregado el cuerpo del joven Eugenio Ruiz-Tagle, y su madre —Alicia Orrego—recordaba así ese día de octubre de 1973: “Sólo pude ver a mi hijo ya en el ataúd, a través del vidrio. De las torturas que sufrió en su cuerpo, no puedo dar testimonio directo. No lo vi, pero el abogado y el empleado de la funeraria lloraban al contármelo. De su cara, de su cuello, de su cabeza, sí puedo hablar. Lo tengo grabado a fuego para siempre. Le faltaba un ojo, el izquierdo. Tenía la nariz quebrada, con tajos, hinchada y separada abajo, hasta el fin de una aleta. Tenía la mandíbula inferior quebrada en varias partes. La boca era una masa tumefacta, herida, no se veían dientes. Tenía un tajo largo, ancho, no muy profundo en el cuello. La oreja derecha hinchada, partida y semi arrancada del lóbulo hacia arriba. Tenía huellas de quemaduras o, tal vez, una bala superficial en la mejilla derecha, un surco profundo. Su frente, con pequeños tajos y moretones. Su cabeza estaba en un ángulo muy raro, creí por eso que tenía el cuello quebrado”.

La familia del joven Miguel Manríquez, en cambio, pudo ver el cuerpo por escasos segundos. Su padre estaba en una ceremonia religiosa cuando se le acercó el capellán José Donoso y le informó que su hijo había sido fusilado. Se fue de inmediato a la morgue y lo vio: “Las manos estaban amarradas con alambre y en el cuello tenía un pañuelo negro. Pensé que le habían vendado los ojos”.

Y la familia del alcalde de Tocopilla, Marcos de la Vega, relató: “Nos entregaron su ropa en una bolsa plástica. Era un charco de sangre. Sólo pudimos ver su cara y una mano, en la que tenía una herida como si lo hubieran clavado. La verdad es que varios cadáveres tenían la misma marca en las manos. Era una herida profunda. Un oficial se enojó porque habíamos comprado una urna con vidrio. Quería urnas selladas completamente. No nos dejaron velarlo: de la morgue al cementerio directamente. Cuando llegamos al cementerio, estaba lleno. La gente corría de un entierro a otro. Y en Tocopilla, cuando se supo la noticia, la gente salió a la calle llorando. Tuvieron que disparar tiros al aire para que se entraran. Después del entierro, nuestra madre se acostó en su cama y ahí mismo murió de pena cinco meses después”. (Hermana de Marcos de la Vega, testimonio registrada en la Vicaría de la Solidaridad)

De acuerdo a la investigación, se logró determinar, que aproximadamente a las 10:00 horas del día 18 de octubre de 1973, se posó en el Regimiento de Infantería “Esmeralda” -ubicado en A. Ejército s/n, Antofagasta- un helicóptero Puma del Ejército de Chile que transportaba una comitiva de militares procedente inicialmente de Santiago, presidida por un Oficial Delegado del Comandante en Jefe del Ejército.

El Diario de Antofagasta - 18 Octubre 2016

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- El Libro que adelantó acusaciones del general (r) Lagos.

En "La misión era matar", el periodista Jorge Escalante narra la reunión de noviembre de 1973 entre general en retiro Joaquín Lagos y el entonces comandante en jefe del Ejército y jefe de la Junta Militar, general Augusto Pinochet.

26 de Enero de 2001 | 19:19 | emol.com SANTIAGO.-

Las declaraciones del ex comandante de la Primera División del Ejército en 1973, Joaquín Lagos Osorio, a Televisión Nacional, en que achacaba a Arellano Stark y a Augusto Pinochet la responsabilidad por las muertes de detenidos políticos en Antofagasta ante el paso de la llamada "Caravana de la muerte" ya habían sido públicas gracias a una investigación.
Se trata del libro "La misión era matar" (LOM Ediciones), del periodista Jorge Escalante, quien adelantó meses atrás lo que nadie sabía o muchos ocultaban, incluso el propio militar Lagos que, ahora, tras 27 años, saca a relucir documentos que confirman su planteamiento acusatorio.
En la publicación, Jorge Escalante narra detalladamente, entre otros antecedentes, el encuentro del 2 de noviembre de 1973, entre el general Lagos y el entonces comandante en jefe del Ejército y jefe de la Junta Militar, general Augusto Pinochet, en que hablaron sobre las muertes de detenidos sin un juicio de guerra correspondiente.

Escalante escribe: "La noche anterior, Pinochet había mandado con su edecán, el coronel Enrique Morel Donoso, un mensaje categórico al general Lagos a la casa de su hija, donde estaba alojado en Santiago luego de viajar desde Antofagasta: que borrara del informe secreto que Lagos le había entregado ese día en sus manos, todo lo obrado por el general Sergio Arellano Stark como su Oficial Delegado en la misión encargada".

Y añade en el texto: "El general Lagos estaba sorprendido por la orden que Pinochet le había mandado en la noche con el coronel Morel, pero más que aquello, estaba indignado. Se había dado cuenta por dónde iba el asunto".

Luego, el autor recrea la conversación entre Lagos y Pinochet.

Lagos: "¿Tú ordenaste que rehiciera mi informe?", fue lo primero que el general Lagos le preguntó a Augusto Pinochet.

Pinochet: "Sí, claro, yo lo ordené", se limitó éste a contestarle lacónicamente.

Lagos: "¡Pero eso no puede ser Augusto, con esto me van a acusar a mí de estos crímenes!".

Pinochet: "Quédate tranquilo Joaquín, a ti no te va a pasar nada. Quédate tranquilo no más".

Lagos: "¡Cómo me voy a quedar tranquilo, si esto que ha pasado es el desprestigio más grande que puede tener el Ejército!" -le dijo Lagos en tono enérgico pero respetuoso. Y luego de quedarse meditando por breves segundos, le hizo una advertencia:
"Tú tampoco puedes quedarte tranquilo con todo esto Augusto, porque un día, a ti será al primero que van a juzgar por lo que ha hecho esta comisión de Arellano. Acuérdate de mí", le adviritió Lagos a Pinochet.

Pinochet: "¡Dónde está el informe nuevo!", le demandó al general Lagos que lo tenía en sus manos.

Lagos: "Toma, aquí está, como tú lo pediste. He hecho sólo una lista general de las muertes en las tres ciudades, y saqué la frase que decía por orden del Delegado del Comandante en Jefe. La historia dirá", le dijo Lagos y le dejó el nuevo informe encima del escritorio.

Antes de que el encuentro terminara, Pinochet le lanzó a Lagos otra pregunta:

"¿Es cierto que estuviste llorando con la madre de Ruiz-Tagle en Antofagasta, como me contaron?" (...) El joven de 26 años Eugenio Ruiz-Tagle Orrego, había sido uno de los catorce prisioneros asesinados la noche del jueves 18 de octubre de 1973 en Antofagasta, escribe Escalante en su libro.

Lagos: "No, no es cierto, pero si hubiese estado con ella, le habría pedido perdón".

En el subcapítulo "A las manos del juez", el autor entrega detalles importantes, respecto del informe que Pinochet le mandó a devolver al general (r) Joaquín Lagos. "El documento devuelto tenía anotaciones y tarjaduras hechas de puño y letra de Pinochet, y el general Lagos pensó que era prudente conservarlo, por cualquier cosa algún día. Entre las principales tarjaduras, había una importante: aquella por la cual el comandante en jefe ordenaba que se borraran las cincuenta y tres ejecuciones por orden del Delegado del Comandante en Jefe del Ejército", concluye el autor de "La misión era matar".

El texto deja establecido, además, que el documento devuelto por Pinochet a Lagos aquella noche, es hoy, según los abogados querellantes, una de las pruebas principales que inculpan al ex jefe del Ejército en el proceso de la denominada "Caravana de la muerte".

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PROCESO JUDICIAL
http://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2015/12/17/condenan-a-siete-militares-por-crimenes-de-la-caravana-de-la-muerte/

17 diciembre, 2015
CONDENAN A SIETE MILITARES POR CRÍMENES DE LA CARAVANA DE LA MUERTE EPISODIO ANTOFAGASTA

Siete oficiales retirados del Ejército fueron condenados a penas de prisión por el homicidio calificado de catorce prisioneros políticos cometidos en la ciudad de Antofagasta el 18 de octubre de 1973, informaron fuentes judiciales.

Las ejecuciones se enmarcan en los crímenes cometidos por la llamada "Caravana de la Muerte", una comitiva militar encabezada por el general Sergio Arellano Stark que en un recorrido por diversas ciudades de Chile ejecutó a cerca de un centenar de prisioneros políticos.

Las víctimas eran sacadas de las cárceles, llevadas a lugares despoblados y asesinadas a tiros; en algunos casos los cadáveres fueron dinamitados para borrar todo vestigio.

Arellano Stark, que actuaba como delegado del jefe del Ejército, es decir, de Augusto Pinochet, ha sido no obstante sobreseído por demencia en la sentencia pronunciada por la Corte Suprema de Chile en el caso de los crímenes de Antofagasta.

Como autores de los homicidios fueron condenados a quince años y un día de prisión el brigadier Pedro Espinoza Bravo, los coroneles Sergio Arredondo González, Patricio Ferrer Ducaud y Juan Chiminelli Fullerton.

A cinco años, en calidad de cómplice, fue sentenciado Pablo Martínez Latorre, en tanto que como encubridores fueron condenados a tres años y un día Luis Polanco Gallardo y Emilio de la Mahotiere González. Otro encausado, Gonzalo Santelices, fue absuelto.

En la parte civil, el fallo de la II Sala Penal de la Corte Suprema confirmó que el Estado de Chile y los condenados deberán pagar de forma solidaria una indemnización de 1.600 millones de pesos a dieciocho familiares de las víctimas.

Cristián Cruz, abogado de los familiares de las víctimas, lamentó que los principales responsables hayan quedado impunes: "Quedaron muchos culpables sin condena, empezando por Augusto Pinochet, Arellano Stark, toda esta situación de impunidad no hubiese sido posible sin que el Ejército no la hubiese promovido y buscado", comentó a radio Cooperativa.

"Los psicópatas de turno fueron oficiales del Ejército de Chile, los que cometieron estos delitos", añadió.

Rosa Silva, hija de Mario Silva, una de las víctimas de esta matanza, lamentó la tardanza de la justicia en este caso: "Muy tardía, después de 43 años y de un juicio de casi 20 años. Creo que además es insuficiente, 15 años y un día (de prisión) aún es poco". señaló.

Agregó que el Gobierno debe procurar que los condenados cumplan sus sentencias en una cárcel común y no en una especial rodeados de comodidades "y que de una vez por todas el Ejército asuma la responsabilidad que le corresponde por estos hechos cobardes". 




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domingo, 17 de octubre de 2021

Aterrizaje de la Caravana de la Muerte en Copiapó. 17 de octubre. de 1973

La Increíble Historia de Impunidad en el Episodio Caravana de la Muerte en Copiapó. 
 A Copiapó la comitiva llegó igual cómo a los demás lugares donde fueron a matar, vestidos con tenida de combate, armados con pistolas, y corvos a la vista. Y de la misma forma Arellano Stark criticó al comandante del Regimiento porque no estaban en tenida de combate, sin darse cuenta que se estaba en guerra. Pidieron el listado de prisioneros, y de la misma forma que en las demás regiones Sergio Arellano Stark marcó a quienes matarían. 

 En la Demanda Civil que Zita Cabello, hermana de Winston Cabello, presentó en Miami en el año 2002, en contra de Armando Fernández Larios quien reside allí desde 1987 bajo un "acuerdo de protección”, quedó registrada la declaración de Enrique Vidal, teniente y ayudante del comandante del regimiento de Atacama, Oscar Haag Blanscke en 1973. Vidal declaró que el 16 de octubre de 1973 arribó un helicóptero al regimiento con una comitiva en la que venían Armando Fernández Larios, Sergio Arellano Stark y otros oficiales que no identificó. "Cuando vi a Fernández Larios, me acerqué a saludarlo", dijo Vidal. Ambos habían sido compañeros en la Escuela Militar y esta era la primera vez que se veían luego de haber egresado como oficiales. "Él estaba armado con una pistola, un corvo y una subametralladora; le pregunté a qué venían, a lo que él me respondió, 'ya te darás cuenta"'. Además del armamento que traían, Vidal recalcó que la comitiva vestía tenida de combate. Esto, producto de un llamado de atención del general Arellano Stark al comandante de la guarnición. "Cuando se encontraron, Arellano Stark le dijo: 'Nosotros en este país estamos en guerra, y usted está vestido de salida"', enfatizó Vidal. El ex uniformado aseguró haber visto a Fernández Larios, quien caminaba con la comitiva, con una especie de macana. "Era como una pelota de acero con pinchos, sostenida por una cadena con empuñadura de madera (...) se asemejaba a la de las películas romanas", agregó. Según Vidal, el objeto no era parte del armamento utilizado por el ejército chileno. "'¿Para qué es eso?', le pregunté. 'Para hacerles cariño a las palomitas', me respondió, lo que yo entiendo como pegar a los prisioneros", explicó. 

Todo indica que el Puma que transportaba al general Sergio Arellano y su comitiva aterrizó en Copiapó como a las 19.00 horas del 16 de octubre de 1973. Porque el comandante Lapostol lo despidió en el aeropuerto de La Serena cerca de las 18 horas y no tiene dudas acerca del destino: Copiapó. "Fui testigo de los arreglos con la torre de control para el plan de vuelo. Se fue directamente a Copiapó", afirmó el coronel Lapostol. 

 En la Demanda Criminal con Premeditación y Alevosía que presentó Angélica Palleras, hermana de Adolfo Palleras en el año 1985, uno de los detenidos y testigo, Lincoyán Zepeda, aseguró que todos "éramos miembros y dirigentes de partidos de la Unidad Popular, con la excepción de cuatro sacerdotes prisioneros. La relación con los soldados y suboficiales era buena. No así con los oficiales, que tenían un trato muy duro con nosotros". Había también muchos prisioneros en la cárcel de Copiapó. Unos y otros, los del regimiento y la cárcel, pasaban por los interrogatorios en el cuartel, donde el consejo de guerra - por lo que ha podido saberse - estaba formado por el mayor Carlos Enriotti Bley (fiscal militar), el mayor Carlos Brito Gutiérrez, además del mayor de Carabineros René Peri. No hay más datos. 

Zepeda asegura que ese día - 16 de octubre - informaron que vendría un general de Santiago. "Se nos hizo levantar muy temprano, dejar todo ordenado, hacer aseo. Recuerdo incluso que se nos dijo que este general podía tener buenas noticias para nosotros. Los suboficiales pensaban que venía a revisar los procesos de los presos políticos y a darles una solución rápida". "Como a las dos de la tarde tuvimos los primeros indicios que de esta visita no había que esperar nada bueno. En forma desacostumbrada nos obligaron a encerrarnos como a las dos y media. El trato de los soldados era cortante y se vivía en un ambiente muy tenso. Como a las nueve de la noche, se abrió sorpresivamente la puerta y entró un grupo de uniformados que no habíamos visto antes en el regimiento. Nos miraron. Hicieron el siguiente comentario: "aquí están las palomitas" y se retiraron. Mi impresión es que eran oficiales. Dos horas más tarde, el grupo regresó, se leyó una lista e hicieron salir a los nombrados. Fue la última vez que los vimos vivos". 

 Juan Lafferte, preso que estaba en el regimiento relató: "Me acuerdo que esa noche llegaron los soldados preguntando si alguien conocía a Mansilla o a Palleras. A los presos nos tenían en unas carpas individuales y en un barracón. Yo estaba en las carpas, junto a un cura francés. Había un ambiente de gran tensión. Los soldados, que no eran del Regimiento, empezaron a llamar a los presos. En la carpa al lado mío, estaba Guardia y se lo llevaron. A mí me miraron, pero no me dijeron nada. Después se fueron y sentimos ruidos como de golpes de culata, quejidos. Parece que hubo uno que se les encachó. Después gritos. Imagínese, yo estaba como a unos 10 metros y lo sentía. Después, ruido como si tiraran fardos pesados a un camión. Luego, el ruido del motor y silencio". 

 Juan Morales, cabo en la guarnición de Copiapó durante 1973 y testigo en el juicio civil que se efectuó en Miami contra el ex militar chileno Armando Fernández Larios, identificó a este como uno de los oficiales que dio una paliza al preso Jaime Sierra horas antes de que, junto a otros 12 detenidos, fuera ejecutado. "Jaime Sierra (el detenido) pedía a los militares que lo mataran, porque no aguantaba más los golpes", dijo además que el hombre que le pegó a Sierra "dos o tres veces" en el pecho con la culata de su fusil era Fernández Larios. "(Sierra) cayó de rodillas. Estaba inclinado hacia adelante, con la frente a unos 15 centímetros del suelo, y Fernández lo golpeó en la nuca con la suela de la bota. La cabeza pegando en el piso hizo mucho ruido", agregó. Precisó que la paliza se efectuó en el pasillo vecino a su oficina de la guarnición de Copiapó. 

 En otro testimonio presentado en ese juicio presentado en Miami en el 2002, el funcionario municipal Víctor Bravo, quien tomó las huellas dactilares de las víctimas de Copiapó, dijo que no había tenido dificultades en reconocer a Sierra ya que lo conocía desde antes del golpe de Estado de 1973. "Me acuerdo que tenía ojos verdes", señaló Bravo, quien agregó que cuando vio el cadáver "a Sierra le faltaba un ojo. Parecía que se lo habían sacado con un corvo (cuchillo)". 

 Fernández Larios, que logró un "acuerdo de protección" en EE.UU. después de declararse culpable de complicidad en el asesinato del ex canciller chileno Orlando Letelier, ocurrido en Washington en 1976, permaneció impasible ante los testimonios. En este juicio civil se le acusó y se le condenó a pagar una indemnización por ser responsable legal de los delitos de tortura, asesinato extrajudicial y crimen contra la humanidad. 

 En la querella por homicidio presentada en noviembre de 1985 por Angélica Palleras, hermana de Adolfo Palleras, el juez alcanzó a realizar varias diligencias que resultaron claves para aclarar algunos puntos en este caso de Copiapó, antes de que la justicia militar clausurara la investigación de esta causa mediante la "ley de amnistía". 

 De la cárcel se obtuvo la constancia del día y hora en que fue sacado: 

 "Miércoles 17 de octubre de 1973. Folio N° 50. Párrafo N° 45, siendo las 00.30 horas y por orden de la Fiscalía Militar de Copiapó, se hace presente en este cuerpo de guardia el capitán de Ejército Sr. Patricio Díaz Araneda con orden de la Fiscalía Militar (verbal) a que le fuera entregado el recluso por dicho tribunal, Adolfo Palleras Norambuena, quien fue entregado en presencia del suboficial mayor de Ejército, señor Orlando Luke Smith y para constancia firma conforme". 

 Además, el fiscal militar de Copiapó le informó al juez que "revisada la documentación de esta Fiscalía, no hay constancia de haberse instruido ninguna causa en contra de Adolfo Palleras". Es decir, Palleras ni siquiera alcanzó a ser procesado por algún supuesto delito. Agregó el fiscal militar- a fines de 1985-copias de cuatro oficios que encontró en la documentación. 

 1 -Fechado el 16 de octubre, donde el entonces alcaide de la cárcel – suboficial Orlando Luke- -informaba que "dada la inseguridad del recinto penal por exceso de recluidos, se estarían realizando reuniones nocturnas de los individuos más peligrosos para intentar una fuga". 

 2 -Fechado el 17 de octubre, donde el fiscal militar - mayor Carlos Enriotti Bley - oficia al fiscal militar de La Serena enviando "la siguiente relación de detenidos que por su alto grado de peligrosidad y falta de capacidad de la cárcel pública y regimiento Ingenieros N° 1 de Copiapó, deben ser recluidos en la Cárcel de La Serena". 

 3 -Con fecha 16 de octubre, donde el comandante Oscar Haag pide la fosa común para los muertos. Textual: 

 EJERCITO DE CHILE 
1 DIVISION REGTO. N° 1 "ATACAMA" 
Copiapó, 16 de octubre de 1973 DEL JEFE DE LA ZONA EN ESTADO DE SITIO DE ATACAMA 
AL SR. ADMINISTRADOR DEL CEMENTERIO 
DEL SERV. NAC. DE SALUD 
Esta Administración se servirá dar las facilidades del caso para la sepultación de los siguientes individuos, en fosa común, fallecidos en tentativa de fuga: (viene listado de nombres) 
OSCAR HAAG BLASCHKE 
TCL. 
Jefe de Zona en Estado de Sitio. 

 4- Fechado el 17 de octubre, donde el capitán Patricio Díaz Araneda da cuenta al Comandante Haag sobre lo ocurrido. Textual: 

EJERCITO DE CHILE 
I DIVISION 
REGTO. ING. N° 1 "ATACAMA" 

 OBJ: Informa sobre Fuga y Ejecución de detenidos. 
Ref: Oficio FISMIL N° 201 de fecha 17 de Oct. 1973 
Al Fiscal Militar de La Serena Copiapó, 
17 de Oct. de 1973 

 DEL CAPITAN PATRICIO DIAZ ARANEDA 
AL SR. CDTE. DEL REGIMIENTO 

 1. En cumplimiento a la Orden dada en el sentido de trasladar a la Fiscalía Militar de La Serena la cantidad de 13 (trece) detenidos por complicidad en actos extremistas, informo a Ud., que el día 17. Octubre. 1973, aproximadamente a las 01.00 horas se sucedieron los siguientes hechos: 

 a) Al recibir la Orden de trasladarme a La Serena, dispuse el alistamiento del camión P:A:M: 5354 con su conductor y tres guardias para efectuar el traslado de los detenidos al lugar dispuesto. 

 b) La salida del Cuartel se realizó aproximadamente a las 01.15 horas. 

 c) Antes de llegar al término de la subida de la Cuesta Cardones y debido a fallas producidas en el Sistema Eléctrico, el vehículo debió ser detenido y estacionado en la berma. La falla eléctrica produjo el apagón de la totalidad de las luces del camión. 

 d) En atención a la panne producida el chofer, dos guardias y el suscrito procedimos a buscar el origen, dejando a cargo de los detenidos un guardia ubicado en la carrocería. 

 e) En un momento de descuido del guardia a, los detenidos procedieron a empujarlo fuera del camión, produciéndose con ello la fuga masiva de todos ellos. 

 f) En atención a ello, y viendo que el alto dispuesto no produjo la reacción de los prófugos, hice un tiro de advertencia al aire y como ello tampoco diera resultado, ordené hacer fuego en contra de sus personas, produciéndose la muerte de los trece por efecto de los tiros. 

 g) Acto seguido y con el personal que iba en el camión como Guardia, se procedió a recoger los cuerpos, los que fueron traídos en él hasta el Predio Militar para los fines que corresponde. 

2 .- Lo sucedido lo informo al Sr. Cdte., del Regto., debido a que el alto concepto de peligrosidad de los prófugos, no permitía otra resolución. 

3 - Su conocimiento y Resolución. 
Saluda a Ud. 
PATRICIO DIAZ ARANEDA 
Capitán. 

 En esta misma causa judicial, el preso político Lincoyán Zepeda, declara, "la primera información que tuvimos fue proporcionada por un soldado. Nos dijo que había pasado una noche muy mala por los gritos horrorosos que había escuchado dentro del regimiento". Como a las nueve de la mañana, sus sospechas fueron confirmadas por suboficiales: "Nuestros compañeros habían sido asesinados. Algunos soldados, al darnos la noticia, se mostraban conmovidos y visiblemente acongojados. Durante ese día y el siguiente pudimos completar la información. Nos contaron que los compañeros no habían sido fusilados, sino que masacrados en vida. Algunos suboficiales tenían testimonios sobre huellas de cuchillo y corvo en los cuerpos de los ejecutados. Incluso contaron que uno de los detenidos fue asesinado en el regimiento, en presencia del Comandante, el que quedó helado, sin poder reaccionar ante la brutalidad de este grupo que acompañaba al general Arellano". 

 Lo que sucedió esa noche fue informado a la ciudadanía de Copiapó a través de un banco militar publicado a todo lo ancho de la primera página del diario local. 

 Diario "Atacama", de Copiapó 
Jueves 18 de octubre de 1973 
Provincia de Atacama 
Jefe de Zona en Estado de Sitio 
Copiapó, 17 de octubre de 1973 

FUGA FRUSTRADA DE REOS 

 Hace dos días se detectó en la Cárcel Presidio de Copiapó un Plan de Fuga masiva de reos que se encuentran detenidos por la Justicia Militar, denunciado justamente por uno de los detenidos por estas causas. En atención a la poca seguridad y sobrepoblación penal que tiene actualmente la Cárcel de Copiapó, la Fiscalía Militar y previa comunicación en el día de ayer, se procedió a remitir a un grupo de los procesados más peligrosos de la Justicia Militar a la Cárcel Presidio de La Serena. 

 El traslado se cumplió a partir de las 01.00 horas de ayer miércoles por personal militar en un camión del Regimiento. 

Conforme lo informado por el Jefe de la Comisión y hecha las averiguaciones del caso, se comprobó que el vehículo tuvo una panne eléctrica casi al llegar a la cumbre a la Cuesta de Cardones, lo que obligó a detenerlo en la berma al costado del camino. Aprovechando que el conductor y ayudante se encontraban preocupados de solucionar el desperfecto, sorpresivamente los detenidos aprovechándose del descuido de uno de los centinelas, saltaron a tierra dándose a la fuga hacia la pampa. Pese a que los centinelas les gritaron !Alto! varias veces e incluso dispararon al aire para amedrentarlos, no se detuvieron. En vista de esta situación, procedieron a disparar contra los fugitivos, hiriendo a trece de ellos que fallecieron en el lugar. 

 Los afectados resultaron ser: Fernando Carvajal González, Manuel Cortázar Hernándes, Winston Cabello Bravo, Agapito Carvajal González; Alfonso Gamboa Farías; Raúl del C. Guardia Olivares; Raúl Leopoldo Larravide López; Ricardo Mansilla Hess; Adolfo Palleras Norambuena, Pedro Pérez Flores; Jaime Iván Sierra Castillo, Atilio Ugarte Gutiérrez y Leonello Vicentti Cartagena. Sus restos fueron inhumados en el cementerio local. 

 Jefe de Zona en Estado de Sitio 
PROVINCIA DE ATACAMA 
 Basándose en dicho bando militar, la siguiente información apareció en el diario "El Día", de La Serena, el mismo 18 de octubre de 19973. 

 A 23 kilómetro de Copiapó. 

"REOS POLÍTICOS MUEREN EN UN INTENTO DE FUGA" 
 Trece fueron los que cayeron en esta acción suicida. 
Eran trasladados a la cárcel de La Serena. 

 Copiapó (Corresponsal). En la madrugada del 16, un microbús de la Jefatura de Plaza de esta provincia trasladaba a un grupo de 13 presos políticos hacia la Cárcel de La Serena, por disposición de las autoridades militares. El vehículo sufrió una falla eléctrica, que obligó al personal a detenerse para arreglar el desperfecto. Esto ocurría a 23 kilómetros al sur de Copiapó. Los detenidos quisieron aprovechar esta circunstancia y se rebelaron contra el personal militar e intentaron huir, ante lo cual se hizo fuego contra los fugitivos que pagaron cara su osadía. Los que cayeron en este intento de fuga fueron: Alfonso Gamboa, director de radio "Atacama"; Winston Cabello Bravo, ex jefe de Orplan de Atacama; Fernando Carvajal; Manuel Cortázar; Agapito Carvajal, Raúl del Carmen Guardia, Raúl Leopoldo Larravide; Ricardo Mancilla, Pedro Pérez Flores; Jaime Iván Sierra; Atilio Ugarte Gutiérrez. Este hecho fue dado a conocer por el Jefe de la Plaza de Copiapó en un Bando Militar. 

 Gabriela Palleras visitó a su hermano cuando fue trasladado desde el regimiento a la cárcel – Cuando lo vi quedé muy impresionada, porque estaba muy flagelado, demacrado – declara – Le pregunté “Adolfo que te hicieron” y me respondió…”Quédate tranquila por favor y no te preocupes. Me dieron duro pero ahora estoy tranquilo porque ya llegó el Pilo (Edwin Mancilla) y el “Gafas” (Atilio Ugarte), me dijo que Mancilla venía muy mal por la tortura, pero que ellos lo iban a cuidar. Me dijo entonces que le trajera ropa porque desde el jueves no se cambiaba. Me mostró los brazos y los tenía negros producto de la corriente, mientras me decía que le trajera una cremita. Yo me puse a llorar y me dijo que eso era lo de menos, porque de la cintura para abajo estaba imposible, pero, que ya se habían aplicado unos lavados y que ya estaban en la cárcel y eso les daba seguridad de que ya no volverían a ser torturados. Me encargó comida, pero para cinco personas, y me pidió un colchón para el Pilo Mancilla, porque estaba en muy malas condiciones y necesitaba algo blandito. Inmediatamente me dirigí a la casa, no a la de él, porque él vivía con su señora y en ese instante no nos encontramos. Le llevé lo que encontré, unos pantalones de mi papá, una chaqueta de un cuñado, camisa blanca, jabón, crema, colchón, leche, sándwiches. Lo vi como a las cuatro y media de la tarde y retorné a la cárcel a las seis y media. Las cosas las entregué en la Guardia, donde las recibieron conformes. 

 El día 16 le llevamos desayuno con mi marido. Y recuerda Gabriela que se levantaron muy temprano. Por la tarde llevamos diez almuerzos y más sándwiches. Todo ese día nos recibieron cosas. La última colación que llevamos debió ser, calculo yo, como a las cinco y media de la tarde, Ese día no lo vi, pero me recibieron todo lo que llevé. 

 El día 17 (sin saber que los habían matado en la madrugada), fuimos a dejarle desayuno y me dijeron que no lo hiciera, que ya no estaba allí, sino en el regimiento. Rogué que me recibieran las cosas y se lo dieran cuando regresara, pero no lo hicieron. Retorné a la hora de almuerzo y me dijeron que aún estaba en el regimiento; allí me dio una corazonada y pensé que se trataba nada más que de un interrogatorio. En ese instante un helicóptero sobrevolaba la población, que debió ser del general Arellano Stark. Era de color dorado y le hice un comentario a mi esposo que ese helicóptero no era de Copiapó. Cuando llegué al regimiento un oficial joven me dijo que no le podía dejar el almuerzo, porque estaba en interrogatorios. Le dije que Adolfo estaba desde la mañana y andaba sin desayuno, que por favor me dijera qué le estaba pasando. Él me respondió que no podía decirme nada y que estaban todos bien. Fuimos por la tarde y la misma respuesta. Junto con mi madre nos decidimos a buscar un a abogado para su defensa. Hablamos entonces con Elías Nehme, quien dijo que era prácticamente imposible hacer algo porque a ellos no se les permitía nada; no obstante, nos fuimos donde el abogado Frigolett y me respondió “No puedo hacer nada: en estos momentos como abogados somos cero a la izquierda, lo único que deben tener es resignación”. 

 El día 18 por la mañana, mi esposo Eugenio, muy de mañana se aprestaba para viajar a Caldera en una de las micros Abarcia. Iba con la intención de ver a las abuelas para decirles que Adolfo ya estaba en la cárcel. Eran como las siete de la mañana cuando mi esposo ve el titular del diario Atacama que decía que trece reos habían muerto en un intento de fuga. Se bajó de la micro y llegó a la casa. Para que le digo como fueron las escenas. Estaba embarazada y en ese instante aún no me levantaba. Él se acercó y me dice; Gaby hay una noticia en el diario y es algo terrible, prepárate para un golpe muy grande. “Qué pasa”, le consulté y la respuesta que recibí fue la de “Mataron a Adolfo”. En ese momento se me vino el mundo encima, primero porque era el hermano mayor y el único varón de la familia. Ese año había sido muy duro para nosotros; primero murió mi sobrino Leopoldo, hijo de Adolfo, quien pereció en marzo de ese año, ahogado en el mar de Caldera. En abril murió nuestro padre, de pena por la muerte de su nieto; y en mayo fallece mi segundo hijo. Habíamos sufrido mucho y Adolfo se había transformado en el pilar de la familia, en el único sostén de mi madre y hermanas menores. Me abracé a mi marido y a mi hermana Ana Luz. Me dirigí a donde estaba mi madre y le dije llorando “Mamá, mamita…mataron a Adolfo”. Mi madre se quedó paralizada, como una muerta, en silencio en un schock emocional sin comprender lo que estaba pasando. Ninguna lágrima, ningún llanto de dolor. A las horas después reaccionó y se pudo dar cuenta de la magnitud de los hechos. 

 Nos fuimos a la Intendencia, pero allí nadie nos atendió. Habían muchas familias de los ejecutados llorando. Un sacerdote al parecer de nombre Pedro, estuvo todo ese momento con nosotras. De allí nos fuimos al regimiento a reclamar los restos. La señora de Gamboa estaba en el suelo llorando y pidiendo que le entregaran el cadáver de don Alfonso. Fue tanta la presión que hicimos que nos hicieron pasar. Allí estaba el Fiscal Carlos Brito a quien le pedimos los cadáveres y nos respondió que no se podía, porque había sido una acción de guerra y que el vencedor era el que enterraba los cadáveres de los enemigos. ¿De qué guerra me habla? Le pregunté llorando y le agregué que mi hermano se encontraba encadenado, torturado y que no podía haber intentado escapar como ellos decían. No lo entregaron pese a todos los ruegos. 

 Retorné a la cárcel y me devolvieron las pertenencias que el día anterior le había hecho llegar a Adolfo. Allí estaba el colchón que solicitó para el Pilo, el cual ignoro si finalmente lo usó esa noche. Después nos fuimos al cementerio por la mañana y encontramos tierra removida en el lugar que siempre suponíamos que se hallaba. Había una cruz que decía N.N. octubre de 1973. Nosotros pusimos un cartón con todos los nombres de los ejecutados. Pensamos que quien colocó esa cruz, debió ser un panteonero, porque fue la única seña para llegar hasta donde estaban. 17 años esperamos para que las osamentas de Adolfo tuvieran una sepultura como cristiano y pudiera descansar en paz. 

 La familia Palleras, reducida a una madre con hijas pequeñas ya que había muerto el padre, el hijo y el nieto, y sólo tenía el apoyo de Eugenio Araya, esposo de Gabriela y psicólogo, quienes residían en Valparaíso, ciudad a donde retornaron, siguió siendo intimidada y perseguida por mucho tiempo, con interrogatorios a una madre destruida, a quien preguntaban por los amigos de su hijo ya muerto. 

 Ese mismo día 18 de octubre en la madrugada, la comitiva de la muerte asesino a tres detenidos más, Ricardo García Posada, Benito Tapia y Maguindo Castillo, el día previo al de sus asesinatos, los hogares de estas tres personas fueron violentamente allanados por efectivos del Ejército, los que formaban parte de la comitiva militar que había arribado desde Santiago. 

 Rolly Baltiansky, esposa de Ricardo García, relata: El 15 de octubre me dijeron que el proceso se llevaría a cabo en Potrerillos, con procedimiento de tiempo de guerra, que el fiscal sería el mayor de Carabineros Alarcón y como ayudante actuaría el capitán Ormeño y el teniente Manlio Córdova, actuando como juez militar el Jefe de la Zona, es decir, el comandante Haag - Fui a Potrerillos y el mayor Alarcón me dijo que pediría "una pena de tres años para Ricardo por el solo hecho de haber sido Gerente General de la Empresa". Tranquila con esta información, retorné a Copiapó. El día 16 de octubre fui a visitarlo a la cárcel, en horas de la mañana. No estaba allí. Me dirigí al Regimiento donde me dijeron que tampoco estaba ahí. En el momento que hablaba con un funcionario militar, casualmente pude divisar a mi marido en el patio del regimiento, caminando maniatado y custodiado por dos militares a su lado. Yo lo llamé tratando de acercarme, pero él me hizo un gesto de que no podía hablar, que me fuera. Fue la última vez que lo vi con vida. "El día 18 de octubre apareció en el diario "Atacama" de Copiapó una lista de trece personas muertas por intento de fuga. No estaba su nombre... Intranquila, pedí una entrevista con un mayor de Ejército de apellido Enryotti. Fui acompañada por la señora María Tapia, esposa del dirigente sindical Benito Tapia. Al exigirle mayores noticias sobre la suerte de nuestros cónyuges, bajó la vista, señalándonos que nos enviaría información por escrito esa misma tarde. "Pasaban y pasaban las horas. Me desesperé y decidí ir como a las 18 horas donde el abogado que había contratado, Frigolett, pidiéndole que hiciera algo. Y en el momento en que él me decía "a su marido no le va a pasar nada, recuerde que él fue funcionario de las Naciones Unidas", entró María Tapia con un sobre en la mano, los ojos muy abiertos, gritando:... ¡LOS MATARON!"• En el sobre, un papel insignificante notificaba lo siguiente: 

 Copiapó, 18 de octubre de 1973 
 En cumplimiento de una sentencia dictada por el Consejo de Guerra, de fecha 17 de octubre de 1973 y aprobada por la H. Junta de Gobierno, el día 18 de octubre a las 04.00 horas fueron ajusticiados, en fusilamiento, los reos Ricardo García Posadas, Benito Tapia Tapia y Manguino Castillo Arredondo. Los condenados serán entregados a sus familiares para su sepultación en la Morgue local, prohibiéndose la salida de los restos fuera del recinto del cementerio, conforme a las disposiciones penales vigentes para estos casos. La sepultación será sin ceremonia alguna y con asistencia de no más de 5 personas y debe realizarse hasta las 19.00 de hoy. 

 Corrí al cementerio, pero allí no se me permitió ver sus restos. Ese día el toque de queda se adelantó para las 20 horas, por lo tanto fui obligada a abandonar el Camposanto. A la mañana siguiente, fui a primera hora al cementerio y el cuerpo de Ricardo ya había sido sepultado. Sólo se leían sus nombres en un pedazo de madera. Luego las cruces, al igual que las sepulturas, desaparecieron. Hasta hoy no sabemos dónde están enterrados". 

 Un amigo de Ricardo, el geólogo Patricio Villarroel, fue detenido el mismo 18 de octubre, horas después del fusilamiento. Y le aseguró a la viuda que, en el regimiento, todos comentaban que era responsable de los fusilamientos un grupo militar que vino desde Santiago en helicóptero: "Vinieron de Santiago y no te olvides de un nombre: Arellano Stark". 

 Días después, Bernardo Pinto, trabajador de Cobresal, pagó a un sepulturero para que abriera la fosa y lo que vio no lo olvidó jamás. "Estaban sin ataúdes y los tres cuerpos destrozados, con tajos en la cara, el tórax, las piernas, se les veían a veces los huesos en las heridas". Los tres cuerpos desaparecieron del cementerio para siempre. 

 Rolly Baltiansky, esposa de Ricardo García, se exilió en México en 1974 con sus hijas Ximena, de siete, y Paula de tres. Cuando Ximena cumplió 15 volvió a Chile tras las huellas de su padre. No soportaba su trágica ausencia. Recorrió los lugares por donde él anduvo, pero nunca superó su drama.

 El 16 de marzo de 1990, cuando en Chile renacía la democracia, en Ciudad de México Ximena se roció diluyente y murió quemada. "Dios, que el aguarrás no mate mi alma", escribió en una carta. 

 Arellano Stark admitió en su "Testimonio", manuscrito de 1990 con el que pretendió lavar la sangre de sus manos, que él firmó "la sentencia" del supuesto Consejo de Guerra que habría condenado a muerte a los tres de Cobresal. En todo caso, fue Arellano quien incluyó en esta segunda lista de muerte a García, Castillo y Tapia, ordenando ejecutarlos en las primeras horas del jueves 18 de octubre. 

 Ello ocurrió a las cuatro de la madrugada en el regimiento, según el comandante del Atacama, Óscar Haag. "El fusilamiento de García, Castillo y Tapia lo dirigió el teniente Ramón Zúñiga Ormeño, y lo acompañó el subteniente Fernando Castillo Cruz", declaró Díaz Araneda ante el juez Juan Guzmán. 

 Arturo Araya, asistente del médico legista Juan Mendoza, llegó temprano a la morgue de Copiapó aquel día 18. Vio los tres cuerpos tendidos en camillas y tapados con sábanas blancas. Destapó a uno para desvestirlo y preparar la autopsia, pero el administrador del cementerio, Leonardo Meza, se lo impidió. "Esos cuerpos son intocables", le dijo. Araya alcanzó a ver que la víctima vestía ambo azul y tenía una tapadura dental de oro. 

 A las tres de la tarde de ese 18, Víctor Bravo, oficial del Registro Civil, llegó a la morgue para tomar las huellas dactilares de los tres cuerpos. "El señor García tenía un anillo de oro con un rubí y las heridas de bala las tenían todos en el pecho", afirmó Bravo judicialmente. 

 Cerraron el cementerio, a un costado de la morgue, y los tres cuerpos fueron sepultados sin urnas en una fosa abierta en el Patio 16. En el libro de ingreso a García se asignó el número 13, Tapia el 14 y Castillo el 15. Informados los familiares de las ejecuciones por el supuesto Consejo de Guerra, no se les admitió en el cementerio. Ricardo García, Benito Tapia y Maguindo Castllo, nunca aparecieron y son detenidos desaparecidos hasta hoy día. 

 A los familiares de los trece ejecutados del 17 de octubre, más allá de no entregarles los restos de sus seres queridos, se les ocultó donde estaban enterrados y a pesar de que en el bando se informó que estaban en el cementerio, allí no se les dijo en qué lugar. Pero desde el mismo momento que se publicó el crimen, los familiares fueron a buscar al cementerio y encontraron una mancha de tierra removida con huellas de camión que venían desde un portón lateral del cementerio, allí dejaron flores que fueron retiradas por una permanente guardia militar que se instaló en el cementerio por mucho tiempo, encargada de retirar las flores que allí se dejaban, hasta que los familiares y el pueblo copiapino tiró semillas de siempre vivas, rayitos de sol y docas, las que crecieron rebeldemente casi sin agua y le ganaron a la vigilancia militar que fue retirada, formándose allí una mancha de flores que se transformó en un jardín que todo el pueblo visitó y cuidó por 17 años. 

 Inmediatamente después del hallazgo y apertura de la fosa clandestina de Pisagua, junio de 1990, parte importante del equipo técnico y profesional que participó en ello se trasladó a Copiapó para impulsar la apertura de la fosa clandestina ubicada en el cementerio de Copiapó. A principios de julio, como un preludio de lo que vendría y mientras se preparaban las querellas por inhumación ilegal, Angélica Palleras, quien era en esa época dirigente de la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos y DD DD de Iquique-Pisagua, declara en el Diario Atacama - “Mi hermano hablo en la última concentración pública que se hizo en la Plaza de armas de Copiapó y allí llamó a detener la escalada golpista del fascismo, dijo que una vez más los poderosos asesinarían a los trabajadores y a sus dirigentes. Mi hermano aspiraba a una sociedad justa, humana y solidaria, donde todos tuvieran posibilidad y derecho a ser feliz. Hoy queremos rescatarlo, desenterrarlo y regresarlo, para darle una sepultura que él se merece y que él hubiera deseado para cualquier ser humano” – declaración que hacía mientras se coordinaban las acciones legales entre el grupo llegado desde Iquique a cargo de Olaff Olmos, arqueólogo antropólogo, la Vicaría de la Solidaridad de Copiapó con su abogado Erick Villegas y su Secretario Godofredo Escalante, con la Vicaría de la Solidaridad de Santiago representada por la abogada Rose Mary Bornard, el Obispado de Copiapó con Monseñor Fernando Ariztía y la Comisión de Verdad y Reconciliación presidida por Raúl Rettig. 

 Durante todo ese mes se hicieron gestiones para que entre el 27 y el 30 de julio de 1990, con múltiples querellas presentadas por viudas, hermanas y madres de las víctimas, se realizaran las acciones judiciales para abrir la mancha de flores donde estaba la fosa común de los ejecutados de la Caravana de la Muerte en Copiapó, se hallaron y se sacaron, ante el horror de los familiares y de todo el pueblo, que pudo comprobar la forma espantosa en habían muerto, víctimas de un crimen alevoso, que se reflejaba en los múltiples cortes de corvos, cuchillos, punzones, yataganes y destrucciones de cráneos y cortes de huesos que habían en todos los cuerpos de los ejecutados. 

 Todo el pueblo de Copiapó, que había visitado durante diecisiete años ese jardín, se mantuvo expectante durante todo ese mes, siguiendo los anuncios de la prensa, hasta que en portada se publicó, “Hoy se desentierran a los 16 fusilados”. Para luego, en otra portada publicar “Fueron exhumados 13 restos de ejecutados” , “Torturados y Quemados Hallaron a Ejecutados” y finalmente “Reinician búsqueda de tres ejecutados” por los tres que no aparecieron en la fosa. 

 Fueron días de sufrimiento colectivo por los mártires que habían sido dirigentes sociales y políticos del lugar, quienes habían sufrido una muerte tan horrorosa a manos de criminales sin piedad, lo que causó alarma e impresión nacional al ser publicado en medios periodísticos de la capital, en los cuales se entrevistó al abogado de la vicaría a cargo de la causa y presidente de la Comisión de DD HH de Copiapó, Erick Villegas, quien detalló en una entrevista en la revista Análisis, “los restos muestran huellas evidentes de corvos, especialmente en sus extremidades y estómagos”. De la misma forma el arqueólogo Olaff Olmos declaro en una entrevista del programa televisivo Informe Especial de Televisión Nacional: “En este lugar no se encontraron balas, lo que indica que las muertes no se produjeron por fusilamiento, sino por heridas producidas por arma blanca, son cortes a la altura de órganos vitales, como riñones, hígados, páncreas, cortes en el cuello a la altura del cuello, de las cervicales, las primeras dorsales. También hay utilización de punzones o un arma blanca que penetra. 

 Los funerales fueron masivos y muy sentidos, dejando atrás todas las dudas acerca de un posible fusilamiento o fuga, con la más evidente prueba, no habían balas, lo que vino a comprobar la veracidad del testigo que en 1985 había declarado en la causa presentada por María Angélica Palleras, testigo que también declaró en la Revista Análisis, asegurando que al regimiento llegó un camión militar con unos presos políticos, los cuales fueron trasladados a los “famacoles traseros”, especie de subterráneo ubicado al costado sur del regimiento, en calle Los Carrera altura 1489, donde estaban otros presos que habían andado llamando promovidos de una lista, en ese lugar estaban los boinas negras llegados de Santiago y sus superiores, junto a oficiales locales, los cuales “en la madrugada sacaron a tres personas que se veían en malas condiciones y las llevaron al edificio principal del regimiento. Los subieron al segundo piso, donde estaba la enfermería y la Fiscalía Militar, dirigidos por el Fiscal Militar, Carlos Brito y frente a las cuadras, los tiraron al vacío, Solo uno de ellos gritó y opuso resistencia. Después los cuerpos fueron arrastrado a los famacoles”. “Transcurrido un tiempo, dos camiones tolva cargaron en ese lugar varias bolsas de polietileno y salieron del regimiento en dirección norte”. 

 Este testimonio, que coincide con muchos otros testimonios de presos y soldados que estuvieron esa noche allí, y relatan la noche de horror que se vivió, se pudieron comprobar con la exhumación hecha en 1990 y al margen de los errores que pueden tener en relación a los tiempos, horarios y nombres determinados, el hecho de fondo es el que se comprobó, todos sus cuerpos estaban mutilados y no habían balas. 

 Sin embargo, y a pesar de todas las más de cuarenta querellas que los familiares de cada uno de los ejecutados presentaron en esa ocasión y del reconocimiento que los familiares hicieron en cada uno de ellos, comprobando la forma en que los mataron, y teniéndose pruebas a la vista en fotografías y declaraciones grabadas…en estos momentos, a 26 años de esta exhumación, la Causa Caravana de la Muerte capítulo Copiapó se está cerrando por muerte por fusilamiento, debido a las negligencias dela investigación, a la incapacidad de los Tribunales y a la negación de la Justicia que hay en Chile para las víctimas de la Dictadura. 

 En el año 2016, a cuarenta y tres años de la defensa que no se pudo hacer con abogados contratados por los familiares de los presos políticos de Copiapó, a treinta y un años de la primera querella interpuesta por la hermana de Adolfo Palleras en contra de los responsables del crimen, a veintiséis años de las querellas que interpusieron todos los familiares de los ejecutados para exhumarlos de la fosa común, a dieciocho años de la apertura de la Causa Caravana de la Muerte y a trece años de la demanda civil presentada por la hermana de Winston Cabello en Miami, donde se estableció que Fernández Larios, uno de los más sanguinarios miembros de la comitiva criminal, había matado con cortes de corvos y cuchillos a Winston Cabello, puesto que este no tenía balas, demanda en la que el acusado aseguró que solo había matado de esa forma a la víctima contemplada en esa causa, en circunstancias que hacía trece años atrás se habían exhumados los restos de las trece víctimas y estaban todas ultimadas con armas blancas…Hoy, se está cerrando esta causa llena de contradicciones y errores que llevan a la impunidad y la protección de los asesinos, los que tan pronto sean condenados por la Corte Suprema a los años que ellos estimen convenientes, serán solicitadas sus libertades condicionales, de parte del Poder Legislativo, representado por senadores y diputados, por el Poder Judicial, representado por jueces de la Corte Suprema y su Presidente, por la Iglesia Católica, representada por un sacerdote jesuita y por el Estado en su conjunto, representado por un gobierno que no tiene el coraje de obrar de acuerdo a las Normas Internacionales de Defensa de los Derechos Humanos y el castigo obligatorio que toda Nación civilizada debe dar en estas circunstancias a los Criminales de Lesa Humanidad.

Bando militar que apareció en la prensa de Copiapo el 18 de octubre de 1973
Fernando CARVAJAL GONZALEZ, 30 años. Empleado particular. Militante del Partido Socialista. Fue detenido en su domicilio y llevado al Regimiento de Copiapó donde fue torturado y luego trasladado a la cárcel local. Desde allí fue secuestrado y masacrado por la Caravana de la Muerte en la madrugada del 17 de octubre de 1973. Su cuerpo mutilado con corvos y cuchillos fue hallado en una fosa común clandestina el 27 de julio de 1990.
Manuel Roberto CORTAZAR HERNANDEZ, 19 años. Estudiante secundario y Presidente del Centro de Alumnos del Liceo de Hombres “José Antonio Carvajal”. Dirigente del Frente de Estudiantes Revolucionarios FER y militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR. Fue llamado por bando y estando en clandestinidad decidió entregarse. Fue llevado al Regimiento donde fue torturado y luego trasladado a la cárcel local. Desde allí fue secuestrado y masacrado por la Caravana de la Muerte en la madrugada del 17 de octubre de 1973. Su cuerpo mutilado con corvos y cuchillos fue hallado en una fosa común clandestina el 27 de julio de 1990.
Winston Dwight CABELLO BRAVO, 28 años. Ingeniero Comercial. Jefe de la Oficina Regional de Planificación ODEPLAN. Militante del Partido Socialista. Fue detenido el 12 de septiembre en la Intendencia y llevado al Regimiento de Copiapó, donde estuvo recluido hasta la llegada de Arellano Stark y su comitiva. Fue masacrado por la Caravana de la Muerte en la madrugada del 17 de octubre de 1973. Su cuerpo mutilado con corvos y cuchillos fue hallado en una fosa común clandestina el 27 de julio de 1990.
Alfonso Ambrosio GAMBOA FARIAS. 35 años. Profesor de la Escuela Normal de Copiapó y Director de Radio Atacama. Militante del Partido Socialista. Al presentarse ante carabineros por ser requerido en bando militar, fue detenido y llevado al regimiento, donde fue torturado y luego trasladado a la cárcel local. Desde allí fue secuestrado y masacrado por la Caravana de la Muerte en la madrugada del 17 de octubre de 1973. Su cuerpo mutilado con corvos y cuchillos fue hallado en una fosa común clandestina el 27 de julio de 1990.
Agapito del Carmen CARVAJAL GONZALEZ, 32 años. Funcionario Público. Militante del Partido Socialista. Fue detenido en su domicilio y llevado al regimiento de Copiapó, donde estuvo recluido hasta la llegada de Arellano Stark y su comitiva. Fue masacrado por la Caravana de la Muerte en la madrugada del 17 de octubre de 1973. Su cuerpo mutilado con corvos y cuchillos fue hallado en una fosa común clandestina el 27 de julio de 1990.
Raúl del Carmen GUARDIA OLIVARES, 23 años. Funcionario Público. Militante del Partido Socialista. Fue detenido y llevado al regimiento de Copiapó, donde estuvo recluido hasta la llegada de Arellano Stark y su comitiva. Fue masacrado por la Caravana dela Muerte en la madrugada del 17 de octubre de 1973. Su cuerpo mutilado con corvos y cuchillos fue hallado en una fosa común clandestina el 27 de julio de 1990.
Edwin Ricardo MANCILLA HESS, 21 años. Estudiante de Pedagogía y Presidente del Centro de Alumnos de la Escuela Normal de Copiapó. Secretario Regional del Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR. Fue llamado por bando militar y detenido en la clandestinidad, llevado al Regimiento donde fue torturado y luego trasladado a la cárcel local. Desde allí fue secuestrado y masacrado por la Caravana de la Muerte en la madrugada del 17 de octubre de 1973. Su cuerpo mutilado con corvos y cuchillos fue hallado en una fosa común clandestina el 27 de julio de 1990
Raúl Leopoldo de Jesús LARRAVIDE LOPEZ, 21 años. Estudiante de Ingeniería en Minas y Presidente de la Federación de Estudiantes de la UTE, sede Copiapó. Dirigente del Movimiento de Universitarios Revolucionarios MUI y militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR. Fue detenido el 12 de septiembre al interior de la Universidad, llevado al Regimiento donde fue torturado y luego trasladado a la cárcel local. Desde allí fue secuestrado y masacrado por la Caravana de la Muerte en la madrugada del 17 de octubre de 1973. Su cuerpo mutilado con corvos y cuchillos fue hallado en una fosa común clandestina el 27 de julio de 1990.
Adolfo Mario PALLERAS NORAMBUENA, 26 años. Comerciante. Presidente dela Junta de Vecinos del Campamento de Pobladores Arnoldo Ríos. Dirigente Regional del Movimiento de Pobladores Revolucionarios, MPR. Militante y Vocero del MIR en Copiapó. Fue llamado por bando militar y detenido en la clandestinidad, llevado al Regimiento donde fue torturado y luego trasladado a la cárcel local. Desde allí fue secuestrado y masacrado por la Caravana de la Muerte en la madrugada del 17 de octubre de 1973. Su cuerpo mutilado con corvos y cuchillos fue hallado en una fosa común clandestina el 27 de julio de 1990.
.Atilio Ernesto UGARTE GUTIERREZ, 25 años. Técnico en Construcciones Metálicas y estudiante de Ingeniería en Minas en la Universidad Técnica del Estado de Copiapó. Militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR. Fue detenido en su casa y llevado al Regimiento, luego a la cárcel local donde fue secuestrado y masacrado por la Caravana de la Muerte en la madrugada del 17 de octubre de 1973. Su cuerpo mutilado con corvos y cuchillos fue hallado en una fosa común clandestina el 27 de julio de 1990.
Jaime Iván SIERRA CASTILLO, 27 años. Locutor y Comunicador Social de la Radio Atacama. Militante del Partido Socialista. Fue detenido el 20 de septiembre en su domicilio y llevado al Cuartel de Investigaciones, luego al Regimiento de Copiapó, donde estuvo recluido hasta la llegada de Arellano Stark y su comitiva. Fue masacrado por la Caravana de la Muerte en la madrugada del 17 de octubre de 1973. Su cuerpo mutilado con corvos y cuchillos fue hallado en una fosa común clandestina el 27 de julio de 1990
Pedro Emilio PEREZ FLORES, 29 años. Ingeniero en Minas y Profesor de la Escuela de Minas UTE de Copiapó. Interventor de la Planta Minera Elisa de Bordo. Militante y Dirigente del Partido Socialista. Fue detenido el 25 de septiembre en su domicilio por investigaciones y llevado a la cárcel local. Desde allí fue secuestrado y masacrado por la Caravana de la Muerte en la madrugada del 17 de octubre de 1973. Su cuerpo mutilado con corvos y cuchillos fue hallado en una fosa común clandestina el 27 de julio de 1990.
Néstor Leonello VINCENTI CARTAGENA, 33 años. Profesor de Física en la UTE de Copiapó. Secretario Regional del Partido Socialista. Fue detenido por militares y llevado al Regimiento donde fue torturado y luego trasladado a la cárcel local. Desde allí fue secuestrado y masacrado por la Caravana de la Muerte en la madrugada del 17 de octubre de 1973. Su cuerpo mutilado con corvos y cuchillos fue hallado en una fosa común clandestina el 27 de julio de 1990
Ricardo García Posada, 43 años. Ingeniero Civil y Economista. Gerente General del Mineral de El Salvador. Militante del Partido Comunista. Se presentó a las autoridades, siendo trasladado a la cárcel de Copiapó. Desde allí fue secuestrado por miembros de la caravana de la muerte y llevado al Regimiento de Copiapó donde fue torturado y ejecutado en la madrugada del 18 de octubre de 1973. Su cuerpo no fue entregado a sus familiares, por lo que se encuentra hasta hoy desaparecido, en situación de secuestro permanente.
Maguindo Castillo Andrade, 40 años. Empleado de COBRESAL, Campamento Minero El Salvador. Militante del Partido Socialista. Fue secuestrado el 17 de octubre por miembros de la caravana de la muerte y llevado al Regimiento de Copiapó donde fue torturado y ejecutado en la madrugada del 18 de octubre de 1973. Su cuerpo no fue entregado a sus familiares ni hallado en la fosa clandestina, por lo que se encuentra hasta hoy desaparecido, en situación de secuestro permanente.
Fosa común o jardín de flores donde se encontraban los ejecutados de la Caravana en Copiapó.
Prensa de Copiapó julio de 1990.
Prensa en Exhumacion ejcutados políticos de Copiapó 1990
Portada de la prensa local exhumación ejecutados políticos Caravana de la Muerte Copiapó.
Portada de la prensa local exhumación ejecutados políticos Caravana de la Muerte Copiapó.
Prensa en Exhumacion ejcutados políticos de Copiapó 1990
Espera de familiares antes de reconocer restos de familiares ejecutados en copiapó. Caravana de la Muerte.

Prensa nacional, 1985, con testimonio de testigo de la masacre cometida en el regimiento de Copiapó en 1973 por la Caravana de la Muerte.
Prensa nacional, 1990, con información y testimoni del estado en que se encontraban los restos de los ejecutados de Copiapó, mutilados por la Caravana de la Muerte.
Muestra de los cortes en la ropa de un ejecutado , indicado por Olaff Olmos. Arqueólo en la exhumación.
Cortes en ropas de ejecutado. Lo indica Olaff Olmos, arqueólogo.
Ropas con múltiples cortes perteneciente a una de las víctimas mutiladas. Caravana de la Muerte Copiapó.
Ropas con múltiples cortes perteneciente a una de las víctimas mutiladas. Caravana de la Muerte Copiapó.
Ropas con múltiples cortes perteneciente a una de las víctimas mutiladas. Caravana de la Muerte Copiapó.
Ropas con múltiples cortes perteneciente a una de las víctimas mutiladas. Caravana de la Muerte Copiapó.
Ropas con múltiples cortes perteneciente a una de las víctimas mutiladas. Caravana de la Muerte Copiapó.
Ropas con múltiples cortes perteneciente a una de las víctimas mutiladas. Caravana de la Muerte Copiapó.
Declaración de la CUT ante masacre de trabajadores en Copiapó. Exhumación 1990
Familiares de ejecutados políticos manifestandose en la ciudad. Exhumación 1990
Familiares de ejecutados políticos manifestandose en la ciudad. Exhumación 1990
Funerales masivos de los ejecutados politicos de Copiapó. Caravana de la Muerte
Entrevista a familiar de ejecutado político y abogado que informa que fueron ejecutados con corvos y en cautiverio
Funerales masivos de los ejecutados politicos de Copiapó. Caravana de la Muerte
Funerales masivos de los ejecutados politicos de Copiapó. Caravana de la Muerte
Prensa de Copiapó anunciando la busqueda de los tres ejecutados que no aparecieron en la fosa común. Victimas de la caravana de la muerte
1° de agosto 2016. Conmemoración del Hallazgo y Exhumación de los Ejecutados Politicos de Copiapó-Caravana de la Muerte. 1° de agosto 2016.
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Corte Suprema confirma condenas por crímenes de la Caravana de la Muerte en Antofagasta

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